
Cuentos
Jurado:
Dra. Chiara Bollentini Granata
Dra. Wanda I. Ramos Rosado
Dra. Migda T. Santiago Sáez

Primer premio
A conveniencia de un pompazo
Por Erik J. Lebrón Laureano
OXÍGENO ENLATADO, decía aquel logotipo verde pútrido.
–Sí, es nuevo en el mercado. Le dieron una oferta al dueño para promoverlo, ¿te cobro uno?–
dijo la chica de la caja registradora al notar la mirada que cargaba mi rostro.
–No, gracias– le respondí entre una risa nerviosa. No podía alejar mis ojos del logotipo.
OXÍGENO ENLATADO. Parecía una lata de Sprite, unida a una minúscula máscara de terapia. ¡A
conveniencia de un pompazo!
–$9.89. Pon la tarjeta y el pin, por favor–. Me fui en automático, sin realmente pensar si el
balance gastado me iba impedir echar gasolina o comprarme almuerzo. Tomé mis medicinas y
salí.
OXÍGENO ENLATADO.
OXÍGENO ENLATADO.
OXÍGENO ENLATADO.
Repetía una voz en mi mente. Cada paso que me alejaba de la farmacia, más alto se
escuchaba.
OXÍGENO ENLATADO.
OXÍGENO ENLATADO.
Un brinco más y caí frente a la caja registradora de nuevo.
–Chica, perdona, cóbrame una de esas. Me dejó curioso–.
–No hay problema– dijo mientras mascaba chicle –$3.44. ¿Sería todo, cielo?–
Rebusqué mis pantalones por el último billete de $5.00 que me quedaba.
–Muchas gracias– el intercambio fue más rápido esta vez. Nuevamente, me encontraba
caminando hacia el carro con mi latita de oxígeno en mano, a conveniencia de un pompazo.
A conveniencia de un pompazo
Este evento pudo haber sido ficticio, tomado del comienzo de una novela distópica. No
obstante, coloqué la lata de oxígeno en mi librero justo al lado de los discursos de Eduardo
Galeano. Pensé que sería irónico, pero no lo suficiente como para sacarme una risa.
Últimamente, me encontraba muy agotado por el calor y sequedad inesperadas del mes de
noviembre. Por suerte, tenía tiempo de descanso antes de comenzar las famosas ocho horas del
trabajo –o, como decía abuelo, el “ejtiqui tu diman”(1) diario– así que me recosté. La avenida
estaba más callada de lo usual desde que se comenzó a hablar de virus y microbios. Antes, podía
dormirme entre el vaivén de las personas quejándose de los tapones, del reggaetón a to’ gendel,
pero ahora me tenía que dormir con el cuchicheo de las noticias.
Oxígeno enlatado.
LOS HOSPITALES NO DAN ABASTO.
Oxígeno enlatado.
LA GENTE SIGUE CONTAGIÁNDOSE.
OXÍGENO ENLATADO.
–RESPIRA– gritaron.
Desperté con sudor en la frente, confundido. Mi corazón iba a mil mientras trataba de
encontrar el control. Al levantarme, me percaté que la luz del televisor alumbraba perfectamente
aquel tubo fosforescente.
OXÍGENO ENLATADO.
Cada vez que me acercaba, sentía como si una tos quisiera salir de mí. Pensé en las
noticias. Traté de recordar qué era qué cosa, pero todo se me mezclaba. La única respuesta
parecía estar en la aureola tóxica que cubría la lata.
“¡No te sientas asfixiado, a conveniencia de un pompazo! Pues la nueva solución comercial ha
llegado. Presentamos: OXÍGENO ENLATADO. La alternativa perfecta para evitar las facturas
de salud y la contaminación. No esperes más para respirar. Oferta válida por tiempo limitado”.
Sentí una gota de sudor correr por mi espalda. Un pánico inexplicable se atascó en mi
garganta. Me sentía claustrofóbico, pero logré apagar el televisor.
–Tranquilo, que con cada respiro que das te estas ahorrando el IVU –me dije.
–Por ahora– contestaron.
***
(1) Stick it to the man

Segundo premio
¿Dónde [es]?
Por Mónica C. Nieves Molina
“No, pero imagínate si esto fuera una dictadura, esto no es una dictadura, Ricardito, yo estuve en Chile y allí sí que había una dictadura.” Sí, imagina que estuviésemos en una dictadura. Una sola persona y su familia controlaría los medios. Es una prensa que grita un abolengo ya dicho de acabar por los optimistas que aún nos quedan. Si estuviésemos en una dictadura, ya nos hubiesen despojado de nuestra agricultura, condenados a lo extranjero. Luego, como las tierras no las pueden sacar de donde están, las venderían al sector privado. Dirían, “aquí hay agricultura” viendo el potente retrato de monocultivos cuyos nutrientes de la tierra despojan, cuyos frutos solo Él consume. Las tierras vendidas para un “desarrollo” desconocido a lo domable, nosotros, nos sacarían de ahí. Los lugares en donde hemos vivido por generaciones se convertirían en un cheque, que denegado se deshace en cenizas sobre las cuales se construirían lujosos apartamentos en los cuales nadie que tú conoces vive ni viviría jamás. Y claro que, si en esta tierrita se tuviera la más pequeña intención de construir una dictadura, ya la represión silenciaría la voz del pueblo manifestada en las calles. Él, cualquiera de los dos elijas, que son distintas generaciones de la misma enfermedad, hubiese hecho una guerra étnica, como en Burundi y en Ruanda, pero jamás como allá porque nosotros somos diferentes, claro. Nos harían olvidar quienes somos porque habrían borrado la historia para el interés de quien la manchó de sangre. Sangre derramada que, bajo un rey o un capital de afuera, sigue siendo la misma sangre.
Nuestra identidad entonces sería un mito que oscila en la indecisión colectiva de un todo que no se conoce con certeza. La educación se convertiría en una fábrica de trabajadores. Tendríamos la impresión de ser educados, pero estaríamos enajenados de la realidad política y económica que nos atrapa, como por allá por Corea del Norte, porque acá somos diferentes, por no decir mejores, tú sabes.
Nos enseñarían lo que le conviene a una clase social en específico y si quisieras acceder a una educación sin el dorso en llamas tendrías que ser un determinado alguien y nadie más, como pasa por allá en la lejanía innombrable. Si esto fuera una dictadura, el discurso de la inferioridad e incapacidad absoluta reinaría sobre la opinión pública, “tenemos mucho que perder para rebelarnos” pensaríamos al caminar por el rumbo de un pensamiento masificador que nos consume. Entonces, la ilusión de elegir los representantes políticos como exposición de la democracia del Viejo Mundo, con dos partidos oponiéndose uno al otro, crearía una guerra intelectual entre la misma población, buscando matar al mismo monstruo de dos cabezas. Y quien osara alguna vez oponerse o tan siquiera pensar en que debe existir otro sistema mejor, sería perseguido por el mismo libro que le hace creer en la libertad de su expresión. Incluso sería perseguido por sus compatriotas, quienes creen que no hay más opción y que Él los protege, porque obedece.
La justicia en una dictadura exitosa brinda la impresión de imparcialidad en su firmeza de hierro, objetiva, bondadosa. Pero si alguien le mirase bien, ve una venda transparente, su cuerpo hecho de plástico mirando sobre el hombro del ciudadano hecho cliente bajo su nombre. No me puedo acordar de algún “allá”. En el caso particular, el sonido de los pájaros es remplazado por aquel de las máquinas, las cuales existen bajo excusa del avance a la epítome de la tecnología, casi escondiendo la dependencia, inevitable e infalible. Dependiendo para ir y volver, maldición en ropas benditas, bendición para quien puede cerrar los ojos ante sus carnes malditas. Porque ciertamente, obviar se torna en privilegio para quienes no han de mitigar el dolor de la existencia, por necesidad y no por estoicismo. El estoicismo también se hace privilegio, dentro y fuera de los círculos académicos con libertad limítrofe al poder. El pensamiento convertido en una comodidad. No me estoy recordando de más países, ayúdame tú a ver dónde más pasan estas cosas. A veces siento que mi memoria va fallando.
Bueno, como te seguía contando; en el momento de un desastre, las muertes se hacen un número escondido, desconocido, las dos o ninguna, en el último caso por narcisismo y no por falta de remedios. Y entonces corre Él a resguardarse bajo la sombra de una imagen a preservar, manos sucias por limpiar ante la inminente conciencia en dirección al accionar colectivo. Allí, nuestro pensamiento, nuestros derechos y nuestras libertades derogadas bajo la insignia del cabizbajo se enfrentarán a la sangre del mundo.
“Algo así pasó allá.”
- “¿Dónde?”-
“Ay, Ricardito…”

Tercer premio
De la calle a la cárcel un paso es
Por Camilo José Arango Latorre
La noche carnívora como la boca de un lobo alumbraba el momento. El bullicio de sirenas engrandeció la incertidumbre de muerte. Los casquillos mostraban la macabra escena. Los trocitos de vida balbuceaban el despecho de un frenesí, mientras los gritos de una madre marcaron aquel horrible veintisiete de octubre.
El cuerpo desmembrado de Mansito yacía en la acera. La fría orden acariciaba la victoria del cartel de los de cuello blanco.
Pero, las diligencias apresuradas y sin razón, por parte de los agentes del CIC de Homicidios, obstruían la verdad del crimen. El agotador levantamiento de escena amenazaba el querer resolver la tragedia. El trabajo del agente Pascual se vio interrumpido, cuando la madre desesperada gritaba: "¿Por qué se va la vida? ¿A dónde, a dónde? ¿Para qué?" Al tiempo, el policía estatal, que vigilaba la macabra escena, la consolaba restringiéndole el espacio con la cinta amarilla.
Esa noche las estrellas decidieron irse en señal de desacuerdo. De igual forma, el parlamento celestial le reclamaba al destino el porqué del inesperado resultado. Era evidente la rabia de la institución celestial, porque no propugnaba el poder absoluto del destino.
Mientras el poder chocaba con las paredes del cielo, el cadáver de Mansito buscaba a su asesino.
Entonces, en la mente ocupada del agente Pascual las antiguas actividades nocturnas del “Black Angus” daban la ronda preventiva. Cada vez más el deseo del agente Pascual le quitaba el brillo a las acciones intelectuales y experimentales que requería la investigación. No obstante, las altas horas de la noche y el deseo del agente Pascual por querer estar con su amante fugaz, el fiscal Trajudio de Ferré, empujaban con rapidez la investigación.
Fue así, cuando él activó su talento innato para encontrar lo esencial. De repente, se escuchó un grito con poca energía y poco aspecto varonil: “¡Bingo, Bingo!”, gritaba mientras se relamía los labios. Pascual erguía en sus manos un rígido rifle modelo A.R.15 calibre 2.23. El arma causante del despego de un alma hacia su morada, fue la pieza clave para esclarecer el horrible asesinato. Con este hallazgo él pensó que podía dar con el autor del sangriento crimen.
Luego, abandonó la escena y con un deseo desenfrenado, se montó en su Toyota Yaris. Con prisa, pero con calma… Él iba de camino a su nido de amor. Su culillo se transformó y se proyectó como luces de neón. Así se alumbraron los letreros de la Avenida Juan Ponce de León. La mojaera intima provocaba el aumento de la lujuria. La causa inicial de su delirio sexual era su amante fugaz, el fiscal Trajudio de Ferré. La intensa velocidad hacía del momento uno ligeramente mojado. Pero esto no fue impedimento para dar muestras de su gran amor. En vista de lo anterior, Pascual, como de costumbre se detuvo en “Burger King” para comprarle a su amante un sundae de caramelo y maní.
Mientras el agente se hipnotizaba con el caramelo del mantecado, el rígido rifle (el arma homicida) se encontraba en el baúl de su Yaris. A pesar de que este no era el procedimiento correcto, a Pascual no le importaba. Él sabía que tenía que someter el arma al instituto de Ciencias Forenses. Pero, el caramelo del rico mantecado era el punto de partida para su imaginación.
Mientras tanto, su amante fugaz, el fiscal Trajudio de Ferré, se encontraba en su lujoso apartamento en el Condado. En aquella vivienda la ópera era el ambiente dominante. En una de las paredes de la sala estaba una de las piezas principales: un mural de la plaza de Berlín, en Alemania. Cada vez que se acercaba la llegada del agente Pascual al nido de amor, la música se intensificaba. El tocadiscos tronaba a Beethoven, mientras el pecado sordo saciaba el brujo amor.
De pronto, llegó el agente Pascual al apartamento: ¡Tim, Tom! Así sonaba el ignorado timbre de la puerta. La prisa causó que el agente Pascual abriera la puerta:"¡Amor, amor ya llegué!" expresó Pascual, mientras la ópera consumía las cenizas de dos cigarrillos que estaban en el cenicero, sí dos cigarrillos. La ausencia del amante fugaz, el fiscal Trajudio de Ferré, asustaba a Pascual.
Comenzó la búsqueda. "¡Amor! ¿Dónde estás? ¡Tengo algo para ti!" Pero, el fiscal no daba señales de vida. Pascual se dirigió al pasillo y de inmediato entró al primer cuarto, pero no lo encontró. Luego, se asustó y caminó hasta la segunda habitación, pero tampoco lo consiguió. Con voz quebrantada, el agente Pascual dijo: "¡No estoy jugando! ¡No estoy jugando!" Entonces, él se dirigió abrir la gran habitación. La ópera silenciaba sus pasos, mas el corazón delataba la horrible escena. Él abrió la puerta con mucho cuidado y ¡PUM!
Su amante fugaz, el fiscal Trajudio de Ferré, se fundía con la intensa deslealtad en los brazos del fiador del Tribunal de San Juan. Lágrimas cerraron sus ojos. Los sundaes de caramelo y maní se cayeron al piso, junto con su sueño más anhelado. El tocadiscos cambió la orquesta y Vivaldi se encargó de sonarle el violín. Las cuatro estaciones de la vida de Pascual se hundieron en el mar. Lamentablemente, todo lo que tenía mojado se le evaporó debido al calor de la desilusión. Por tanto, se volteó y con la nostalgia dentro de las piernas salió corriendo y se marchó.
El llegó llorando al estacionamiento del condominio. Entonces, la viva rabia comenzó apoderarse de su mente. Ya las antiguas actividades nocturnas del “Black Angus” no interrumpían su mente. El coraje era el capitán de su destino. En lo alto, el parlamento celestial expresaba relámpagos de oposición en contra de la decisión que dictó el destino. El cruel régimen quería sangre. Pero, el parlamento celestial optaba por una mejor venganza.
De repente, Pascual se acordó que en el baúl de su Yaris tenía el rígido rifle A.R 15 que había encontrado en la escena del asesinato de Mansito. Se le prendió el bombillo, así que, abrió el baúl de su carro. Acto seguido, sacó el rifle cubriéndolo con una toalla de playa de Bob Marley. Pascual con su intelecto de agente investigador se dirigió al vehículo del causante de su desgracia, el fiador del Tribunal de San Juan. Él, lleno de rabia y de remordimiento, se acercó con prisa al carro de su rival, pero con calma abrió el baúl del Mercedes Benz. Por consiguiente, Pascual echó el rifle en aquel espacio y se marchó.
Mientras el examante fugaz el fiscal Trajudio de Ferré se fundía de amor con el fiador, Pascual se relamía los labios por la venganza. Él alertó a la policía estatal y le dijo:
“Tengo un sospechoso para el asesinato de Mansito. La tablilla del vehículo es GEX 384. Se encuentra por el área de Condado”.
Al día siguiente, despertaron al agente Pascual con una llamada telefónica, era la policía estatal. Un policía le dijo a Pascual:"¡Agente! Ya tenemos arrestado al asesino de Mansito. Le ocupamos un rifle A.R. 15 en el baúl del carro ¡Agente Pascual! Me parece que el rifle es compatible con los casquillos que encontramos en la escena".
Después de dos días, el ¡big bang! de la televisión inundaba al pueblo con la gran noticia: "¡Lle, lle, llegamos pueblo de Puerto Rico!" Se escuchaba la "Comay" en todos los televisores: "¡Noticia de última hora, cierren puertas! ¡Que bochinche!" Así gritaba la "Comay," mientras le abría las piernas al pueblo de Puerto Rico: "Un fiador del Tribunal de San Juan se encuentra preso por asesino y sin derecho a fianza ¡Hay que bochinche!" Las mujeres puertorriqueñas que veían la televisión se preguntaban por qué tenía que ser la "Comay" la que diera el bochinche y no el Compay. Pero, esto no fue impedimento para que el sentimiento de atracción hacia lo cruel dejara de crecer.
Entonces, mientras la "Comay" le violentaba el derecho de presunción de inocencia al fiador del Tribunal de San Juan, en la cárcel le quebrantaban los otros pocos derechos que le quedaban. La carne molida parecida a la carne pedigree para perros pasó a ser el plato principal para el fiador. Ya no era el frío del aire acondicionado del Tribunal lo que lo atormentaba. Lo que sí lo atormentaba eran las acciones abusivas por parte de los guardias penales, cuando lazaban humo de los extintores de fuego y el gas pimienta sin importar que pagaran justos por pecadores. Así que, llegó el momento en que el fiador preguntó: "Que si para salir de la cárcel era tan fácil como lo era para entrar". Pero nadie le dio la respuesta.
Al pasar el tiempo, la invisible injusticia amenazaba a Pascual y a su vez con marcar la historia de la Judicatura. El cambio de la política pública del Gobierno de Puerto Rico fue esencial para enmendar la Ley Núm. 54-1989; Ley de prevención e intervención con la violencia doméstica, a fin de brindar la protección que esta ofrece a todas las personas sin importar su orientación sexual. Esta evolución de las leyes a favor de los grupos LGBTTQ le garantizó la protección al fiscal Trajudio de Ferré.
Por otro lado, la mayoría de los legisladores que no habían salido del closet legislaban leyes para poder salir. Se estableció la Ley en contra del discrimen por orientación sexual en el empleo público o privado. Esto también le dio la libertad al fiscal Trajudio de Ferré para investigar a profundidad el porqué de la convicción de su segundo amante el fiador del Tribunal de San Juan. A pesar de que estos cambios no le convenían al celoso agente Pascual, el deseo desenfrenado no se le salía de las piernas.
En cambio, esta justa reforma liberal en contra de la Iglesia católica no le ayudaba en lo mínimo al fiador para salir de la cárcel. Incluso, el supuesto sistema sacramental de los agentes de homicidios continuaba inquebrantable. Asimismo, la poca apariencia varonil del agente Pascual fue prejuiciada por la sociedad, sin embargo, la injusticia que cometió en contra del fiador era solo un "culillo policíaco" que enfrentaba todos los días.
Luego de una década de innovaciones, trágicamente en la tumba del presidio, el fiador recibió una carta. El nombre y la dirección le eran desconocidos. No le importó y abrió la misiva. Y sin mucho preámbulo comenzó a leerla en voz alta diciendo:
"¡Hola!
Soy Mansito,
amor ausente de Ferré.
Melodía de un relámpago
te diré.
Moriste para vivir,
viviste para querer.
Venganza del amanecer,
suplicio de ayer.
Silencio oscuro de tu
interés, pecado, sangre
y sed.
De la calle a la cárcel
un paso es"