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Poesía

Jurado:  

Dra. Claudia Becerra Méndez

Dra. Verónica Castro Tirado

Dra. Zaira Pacheco Lozada

Fondo blanco

Primer premio

El lamento del pequeño Bahir
Por Gabriel Galíndez Couvertier

El americano dice que ama la verdad,
pero Abu dice que el señor Bush
miente en su mensaje.


El americano dice que el presidente tiene
armas masivas, pero Abu dice que todo
es un plan malvado.


El americano dice que ama a las familias,
sin embargo se han llevado a Abu mientras me
vestía para ir al colegio.


El americano dice que ama la educación,
pero acaban de caer unas bombas
cerca de mi escuelita.


El americano dice que ama la tierra,
pero hace dos semanas cerraron el parque del colegio
porque había minas en el suelo.


El americano dice que ama a los niños,
pero ayer visité el parque
con mi amigo Habib.

Fondo blanco

Segundo premio

Un mar tranquilo
Por Ariana V. González Peláez

ando con los pies clavados en arena movediza
un cuerpo pantanoso que me agobia e inmoviliza
el mínimo gesto, el mínimo suspiro
podría sumergirme y castigarme en el olvido
un olvido temporero, quizás definitivo

 

y de repente
con la fuerza de un mar enfurecido
una ola me remolca hacia lo extranjero
bocanadas de aire ardiente respiran en mi cuello
un par de manos, o dos, o tres, o cuatro
navegan furiosamente cada pulgada de mi cuerpo
sin misericordia, sin indulto

 

es ahí cuando me pierdo
me pierdo en mi
justo ahí
donde solo yo puedo estar,
donde recurro al lugar que puedo escapar
y puedo calmar este malestar
tan constante e incesante
pero, no encuentro cómo largarme
¿cuándo saldré de aquí?
¿cuándo cesará esta pesadilla sinfín?
yo solo quería ser finalmente feliz
junto a Martín
ese hombre que parecía tan dulce y gentil
que me secó las lágrimas de tanto sufrir

 

pero, ¿Martín?
ese monstruo estalló mi ser
se aprovechó de mi mar inestable
vio en mí una presa viable
para alcanzar un estilo de vida rentable
y utilizarme hasta deshumanizarme

 

yo solo deseaba paz, estabilidad y un mar tranquilo
factores que en mi vida siempre habían carecido
sin embargo, supe que no estaba destinada al olvido
cuando un ángel se me acercó y me dijo
“tranquila, te veo y estoy contigo”

 

hoy por hoy me apoyo de hombros
y me sostengo de los brazos
que respondieron el llamado a mi socorro
que me liberaron de las garras de aquel monstruo
y, después de todo lo vivido,
me baño en la paz y la estabilidad del mar más tranquilo

Fondo blanco

Tercer premio

La caracola del derecho
Por Camilo José Arango Latorre

¡Iguales ante la ley!
¡Iguales antes la ley!
La justicia como equidad es el océano que se extiende
desde la mirada presa.
A estas aguas ha llegado la barracuda extranjera, la que
apresa con su ley de fresa.
Pero oceánida nos da el machete, para que circundemos el
continente que contiene la práctica doliente.
No somos parientes, porque el mallete dicta que somos peces
diferentes, él miente.
La mirada presa no se expresa, porque el tiburón blanco la caza
como presa en su empresa.
¡Iguales ante la ley!
¡Iguales ante la ley!
Han contaminado nuestro océano jurídico con múltiples
especies estatutarias, contrarias, son pirañas legendarias
que se comen las reglas igualitarias.
Por eso, las doctrinas libertarias son el plancton que se queda
atrapado en la malla parlamentaria, de ballenas mayoritarias.
Esto es una lucha de mareas que aborrecen ser reglamentarias, porque
adolecen a la jurisprudencia rara, la que establece que la libertad
es carnada primaria.
El río de preceptos se desangra en el delta de nuestra mirada
como gesta voluntaria.
Y el pez espada es la luminaria que se desplaza con su miríada
de morenas revolucionarias.
¡Iguales ante la ley!
¡Iguales ante la ley!
Dónde está la corriente marina de igualdad, dónde están los
vientos alisios de equidad.
Solo se ve el estrado montado en la ola que quita libertad, la espuma salada
que sale de la boca sentenciadora llena de maldad, el champán,
la fiesta en el buque y el pelicano que escupe falsedad.
Las gaviotas nacionales encerradas en alcatraz, dibujaron en las paredes
ilusiones de su verdad.
La ley y su fealdad.
En estas aguas turbulentas el mazo no dicta salvedad, solo nos
desnuda con su frialdad
¡Iguales ante la ley!
¡Iguales ante la ley!

Fondo blanco

Mención honorífica

Ella
Por Gabriela S. Lugo Quiles

Ahí estás parada frente al tiempo.
El tiempo te cambió,
te cambió por fuera y por dentro,
pero sigues siendo.


Sigues siendo esa que con ternura me arrullaba.
Sigues siendo esa que todo lo señalaba.
Sigues siendo esa que decía presente ante mis logros y decepciones.
Sigues siendo esa que cuentos me leía y cuentos me inventaba.


Sigues siendo esa que en su momento corría conmigo,
tratando de protegerme en una burbuja.
Sigues siendo esa de pulso fino para enhebrar la aguja
con la que pegarías el botón que se me había caído.


Sigues siendo esa que merecía respeto,
porque de tus palabras sabias aprendía.
Sigues siendo esa que no se quedaba callada.
La que el valor a la vida, al otro, a las diferencias
me enseñó con su ejemplo.


Sigues siendo esa que recordaba fácilmente todos mis asuntos.
Aquella que, más allá de ser madre,
era amiga, hermana, vecina y compañera,
dedicada a los mundos.


Sigues siendo esa que sufrió,
en manos del enemigo.
Silenciada, controlada y castigada,
pero aún con la cabeza en alto.


Sigues siendo esa que reverdeció.
Aquella que estudió,
aquella que se superó,
aquella que creció.


Ahora más arrugada,
ahora menos independiente.
Ahora más temblorosa,
ahora con menos memoria,
pero sigues siendo.


El tiempo te cambió por fuera,
de forma evidente,
sin que tú lo quisieras,
pero sigues siendo.


También cambiaste por dentro,
y miras la vida con otros ojos.
Ahora valoras más tu camino.
Ahora te reconoces fuerte.


Sigues siendo esa persona,
repleta de vida y dignidad,
que merece ser escuchada,
aunque su hablar sea lento,
porque no pierdes tu humanidad.


Sigues siendo persona.
Sigues teniendo valor profundo.
Sigues mereciendo respeto y reconocimiento,
porque sigues siendo parte de este mundo.


No permanece tu apariencia,
pero se conserva tu esencia.
Y tu derecho a la vida plena,
lo protegeré de forma eterna.


Así que, mientras sigas siendo,
te trataré igual que lo hacía,
devolviéndote el amor que recibía.
Porque, aunque te vayas,
seguirás siendo ella.

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